Rodeada de hierba fresca
crece libre la amapola
húmeda y roja.
Sus pétalos,
láminas plateadas
que enrojecen
cuando los tenues rayos
del sol la rozan.
Su cáliz,
tesoro bien guardado
y guardián del esperado
despertar en primavera,
cuando busca su néctar
la mariposa
y la abeja descansa en ella
haciéndole compañía.
Porque no está sola
mi querida amapola.
Los cálidos vientos del sur
la soplan
y susurran palabras dulces
al oído
meciéndola...
Y ella, generosa,
va dejando caer
sus pétalos uno a uno
sobre los caminos,
orgullosa
de ser quien es,
de no estar sola,
porque es ése su destino
y se sabe una amapola.
(30-03-05) paco
2 comentarios:
Muy bueno, Paco.
Gracias, "segoviana" por tus palabras.
Publicar un comentario