Bienvenido amigo, bienvenida amiga... En este blog no existen las fronteras, ni las diferencias,...

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domingo, 11 de febrero de 2007

Verde (un pequeño cuento)

Ese día ya todo estaba decidido. Venía todo muy mal: me habían echado de mi trabajo, había roto mi relación con Valeria después de cuatro años, hacía ya un tiempo que estaba muy deprimido y sin ganas de nada, y el insomnio, la pena, las fuerzas destrozadas me habían llevado a un estado de no querer saber mas nada con el mundo y con la vida. Mis pocas amistades, a partir de la separación con mi ex, se habían distanciado y mi mejor amigo hacía un año que había muerto en un accidente de tránsito. Todo me indicaba que a los 30 años ya nada tenía sentido para mí.
Todos mis sueños y proyectos se derrumbaron cuando un día el presidente de la empresa me llamó temprano a su oficina para decirme que a partir de ese dia no necesitarian más de mí. Seguramente porque les resultaba caro, o porque no era tan competente como pretendían, o simplemente porque sinceramente no me necesitaban más. Y ese mismo día al salir més temprano de mi trabajo y llegar a casa en un horario que no era de costumbre, encontré a Valeria con Juan, el hermano de una pareja amiga.
La situación no fue embarazosa, pero sí sospechosa. Qué tenia que hacer Juan en mi casa y con mi mujer un dia de semana tan temprano. La duda comenzó a revolotearme por las entrañas y las preguntas, respondidas a medias, me llevaron a más duda. No tardó mucho en salir todo a la luz. A la semana siguiente Valeria vino a confesarme que con Juan hacia 7 meses que tenian una relación y que lo nuestro ya no funcionaba, que quería probar otras cosas y estar un tiempo alejados. Eso significaba que no queria saber más nada conmigo. La dejé ir, sin esperanza de que volviera o me llamara o nos volvamos a ver.
Me sentí muy solo y deprimido. No podía comenzar una búsqueda de trabajo nuevamente, no tenía fuerzas....y ellas se acababan cada vez más con el paso del tiempo. Y ese día, despues de cuatro meses del abandono de mi mujer, ya había planeado todo y todo estaba decidido.
Había pensado en muchas formas de muerte y de suicidio. Ninguna me convencía. Quería evitar el dolor, el sufrimiento, los actos fallidos que después pudieran dejarme peor. Así que la decisión tomada era la más correcta.
Me levanté muy temprano, todavía no habia amanecido. Tomé una cantidad desmesurada de pastillas para dormir, las puse sobre una tabla, las apisoné e hice un polvo e introduje el polvo en una botella de agua mineral de ½ litro y lo batí bien. Cerré la botella, me puse un jogging y solo con la botellita en la mano salí de mi departamento, sin llaves, sin documentos, sin nada que pudiera identificarme.
Me puse a caminar por la avenida Belgrano hacia el bajo. Estaba al 3500, unas 40 cuadras de distancia hasta la reserva ecológica, donde pensaba tomar mi brebaje y esconderme entre los pajonales para dormir y asi dormido quedar sin que nadie me encuentre, poder encontrar el fin que necesitaba.
Comenzaba a amanecer cuando salí. Era verano. Veía los negocios, la gente, los carteles, pero nada me representaba nada. A las 5 cuadras de haber salido tomé el primer sorbo de mi botellita salvadora. Al rato otro sorbo y otro y otro, y las cuadras y los negocios y la gente se sucedían cada vez más sin sentido sin conmoverme y con mi cabeza y mis sentidos cada vez más mareados y pesados. Mi cuerpo se iba llenando del brebaje y comenzaba a hacer efecto tranquilizante, pero debía llegar a mi meta y esconderme. Intensifiqué mi paso y los sorbos a la botella. La reserva ecológica estaba cerca. Puse la mano en el bolsillo del jogging y noté que tenía unas pastillas más en el bolsillo, no sabía de qué, pero sin dudarlo las introduje en el liquido mientras agitaba la botella para que se disolvieran.
Y caminando, cada vez con menos fuerza, llegué hasta la reserva. Me intruduje y comencé a buscar el lugar mas correcto donde tirarme a dormir mi sueño final. Lo encontré entre medio de unos árboles que tapaban la entrada, unas zarzas que cubrían unas pajas. Buen escondite para un lecho de muerte.
Me meti ahi. Todavia quedaba un poco de líquido pero era bastante espeso. Agité bien la botella y dí el sorbo final. Algo como un barro blanco había quedado hacia el final de la botella, asi que la rompí y saqué el resto y lo tomé. El sueño, la obnivulación y el mareo a esa altura era como para no acordarse de nada. Y así fué. No sé si me recosté, me caí o qué, pero el mundo dejó de existir para mí en ese momento.
Estaba con los ojos cerrados y algo húmedo, pastoso y caliente rosaba con fuerza mi cara. No podia abrir los ojos, pero sentía una sensación de fuerte dolor en mi estómago. De a poco pude levantar mis párpados y ví un perro verde de ojos negros perdido en una neblina oscura, que lamía mi cara, con insistencia. Es el infierno, pensé. Pero a medida que las nubes de mi visión se iban despejando pude ver y comprender que eso no podía ser el infierno. El diablo no podía tener una mirada dulce y preocupada. Estaba vivo, y el retorcijón fuerte en la boca de mi estómago me lo daba a entender. Era mi cuerpo tirado donde no entendía nada, con un perro que me lamía. Tenía arcadas y me hice hacia un costado para lanzar de mi estómago algo líquido. Pero el dolor era tan fuerte que tuve que arrodillarme y seguir largando lo que llegaba desde muy adentro mío. No lo podía contener. Y vomité y vomité hasta sacar bilis negra. No se si era de dia o de noche. En ese momento comprendí que mi intento había fallado, que no había sido tan exacto y que el dolor fuerte ahora lo tenía en las entrañas. Me dí vuelta y vi al perro que me miraba feliz y caí al piso entre las pajas y mis vomitos y ahi quedé tumbado, con sueño.....

Cuando me desperté miré a mi alrededor y me sentí desconcertado. No sabía donde estaba. Vi un rayo de sol que se trepaba por entre las ramas de los árboles y las zarzas iluminando a mis pies un perro blanco que acurrucado dormía junto a mí regazo. Sentí un olor horrible a vomito fermentado y pude incorporarme. Tomé mi cabeza con mi mano derecha, mientras que con la izquierda me sostenía. El dolor era muy fuerte, me friccioné la frente y volví a mirar al perro. Blanco, sucio, con sarna, pero caliente y vivo, ahí, junto a mí. Le acaricié el lomo, e instantáneamente abrió los ojos, me miró y se levantó, y moviendo su cola comenzó a besarme con su trompa el cuello y a hacerme fiesta. Le acaricié la cabeza y le dije: -De dónde saliste vos para despertarme?. Me miró inquieto. Tendría hambre.

No fue fácil para lo que vino después. Nunca nada fue fácil para mí pero Verde me alivianó el camino.
Lo llamé Verde aunque era blanco, porque fue así como lo ví la primera vez que abri los ojos y porque después comprendí que verde era la esperanza de una vida mejor.
Y a pesar de que hoy ya no está, no me alcanza la vida para agradecerle lo que hizo por mí. Me salvó la vida, me dió cariño e hizo que pudiera recomponerme y encontrar un sentido a todo y a disfrutar del día como si fuese el último, de las horas, como si nunca más se volvieran a repetir.
Hoy, cuarenta y tres años después de ese día, con la vida a pleno, una mujer que adoro, unos hijos excepcionales y unos nietos que día a día me dan cada vez más vida, Verde está y estará siempre presente hasta el día que nos volvamos a encontrar.

6 comentarios:

Meli dijo...

Qué bonito relato, Eduardo. Verde en mi caso se llama Reina. Son adorables y maravillosos. Muchas gracias por acercarnos una historia tan llena de esperanza.

DePaco dijo...

Verde que te quiero verde...
verde viento. Verdes ramas.
Es un hermoso relato, Eduardo, ojalá todos tengamos en esos momentos cruciales a un Verde.

Conral dijo...

Felicidades, Eduardo, por este precioso cuento que me he leído de un tirón, casi sin respirar, y toda emocionada por llegar al final.
Tienes un gran dominio de la palabra.
Sigue escribiendo y compartiendo. Me gusta mucho leerte.
Un abrazo.

Eduardo dijo...

Gracias Melip, Gracias Depaco, Gracias Espe (Conral), este cuento lo escribí un día que estaba muy deprimido y que pensaba que la vida ya no valía la pena...Pero una pequeña estrellita desde dentro me iluminó para escribir esto, y así salió...verde esperanza.
Un abrazo a todos

mami52 dijo...

Eduardo quiero felicitarte por tan bellos escritos,saludos.

Anónimo dijo...

La pena nos lleva a fraguar en algunas ocasiones las canciones más bellas, los poemas más profundos y los cuentos más tiernos.
Felicidades por tan lindo relato.