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jueves, 8 de marzo de 2007

Para toda la vida y toda la muerte (un pequeño cuento)

Fui condenado para toda la vida. No recuerdo cual había sido mi delito, en realidad, creo que eso ya no tiene demasiada importancia.
Sólo, después de tanto tiempo, puedo recordar que cuando fui condenado para toda la vida, una persona del jurado dijo:
- Sr. Juez, condenar a este hombre para toda la vida es una injusticia, pues ya tiene más de 90 años. Y me pregunto ¿Cúanto tiempo más puede vivir, cinco, diez, quince años? ¿Ud. Cree que esto es hacer Justicia?. Yo creo que se lo debe condenar para toda la vida y para toda su muerte.
Así lo hicieron. Me condenaron para la vida y para toda mi muerte.
Me encarcelaron en una celda situada en un sótano, y me pusieron un guardián, que era el encargado de traerme la comida, agua y esas cosas.
Acepté mi condena como cualquier otra persona y escuchaba a mi guardián siempre hablarme de la vida fuera. No era de mucho charlar yo, sólo escuchaba las cosas que tenían para decirme.
Cuando me encarcelaron tenía 94 años y se nota que la vida en la cárcel no debía haber sido muy mala, porque superé todas las espectativas del jurado con respecto a mi vida. Llegué a vivir hasta los 121 años.
Cuando morí, mi guardián lloró de pena, pero él debía seguir cuidandome, ya que yo habia sido condenado por toda mi muerte también.
Al tiempo, vino un reemplazo de mi guardián, mandaron otro. Mi primer guardián se despidió de mí y me dijo que le mandaron alguien que lo reemplazara, ya que él debía irse a morir en paz.
Y así fue pasando el tiempo. Cada 25 años más o menos mandaban un reemplazo para los guardianes, ya que ellos debían irse a morir.
Que tontos en realidad. Si yo ya no pensaba en escaparme. Había pasado tanto tiempo que yo ya no tenía donde ir. Mi lugar era esa celda a la que fui condenado.
Un día mi último guardián me dijo:
-Sabes? Debo irme. Me queda poco tiempo de vida. Lo siento. Y me llama mucho la atención, que aún no hayan mandado mi reemplazo. Debo dejarte pero prométeme que nunca te escaparás de aquí.
Se lo prometí y lo dejé ir en paz.
A partir de ese momento sigo preso, como me juzgaron, por toda mi muerte, ahora sin guardianes. Y no pienso irme pues sé que debo cumplir con mi condena.

4 comentarios:

DePaco dijo...

En tu relato, los condenados a muerte eran tus guardias y más, los guardias de tus guardias, los que con la toga o con las leyes te condenaron. Tú,libre, aunque entre rejas...sigue vivo mucho tiempo, como la vida misma. Eternamente.

Eduardo dijo...

Jajajaja, muy buena interpretación. Los condenados eran los otros por sostener mi presidio. Muy bueno Paco.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Eduardo, este es un cuento tan bonito y tan triste que no sé si darte las gracias o ponerme a llorar..Muy hermoso el mensaje, para mi transmite, entre otras muchas,el poder de la LEALTAD

Sigue contándonos historias, nosotros seguiremos disfrutando con ellas. Un besote.

mami52 dijo...

muy hermoso cuento Eduardo. un beso