Ana de Pablo es médico intesivista, con un máster en Bioética a sus espaldas y, sobre todo, defensora convencida de la Sanidad Pública. Ha tenído la valentía de publicar esta carta dedicada a Teresa en su blog. Solo tenemos que leerla.
"Querida Teresa:
No sé si algún día leerás esta carta, en el mundo digital nunca
se sabe. He decidido escribirte porque, entre todo lo que he leído sobre
el Ébola, me falta algo. Sé muchas cosas sobre ti (que no se deberían
haber publicado), tengo cierta idea de lo que pasó (hay tantas
contradicciones…) pero aún no he encontrado a casi nadie que se preocupe
de lo que verdaderamente importa: tú.
No he visto a nadie ponerse en tu lugar. Yo lo intento y me
imagino tu miedo al ponerte el traje por primera vez, sin casi
formación. Me imagino tu angustia cada vez que te ponías el termómetro.
Tu indefensión cuando, desde salud laboral, quitaban importancia a tu
malestar. Imagino tu intranquilidad pensando que has podido contagiar a
otros. Tu angustia intentando revivir qué pudo salir mal. Tu enfado al
ver como tu “quizá me rocé al quitarme el guante, porque es lo más
crítico” se convierte en un “confiesa que se tocó la cara”. Como si
hubieras estado jugando a la ruleta rusa en vez de atendiendo a un
paciente de alto riesgo biológico.
Imagino tu soledad en esa habitación de aislamiento, la pena por
tu perrillo que no has podido compartir con nadie. La rabia cuando veas
cómo los de arriba te abandonan y te convierten en arma política, en
ocasión de conservar o no su poder.
Me siento muy identificada contigo, porque a mí tampoco me ha
enseñado nadie a ponerme el traje de seguridad. Es más, en mi hospital
no hay monos, solo batas impermeables y mascarillas, que dejan muchas
zonas expuestas. Y las respuestas de los responsables son deplorables.
Me imagino tu indignación al pensar que tu desgraciado contagio ni
siquiera va a servir para que se revisen los protocolos y se mejore la
formación, para proteger a tus compañeros.
No salgo de mi asombro cuando oigo cómo los que te han puesto en
riesgo por la improvisación, por los déficits en gestión, por un
protocolo que reconocen erróneo, por no asegurar que alguien te
supervisara y ayudara a quitar el traje, quieren ahora culpabilizarte y
lavarse las manos. No sé cómo te contagiaste. No sé qué pasó en el
centro de salud y en Urgencias, no sé si tardaste en avisar de tu
contacto con el virus, pero nunca se me ocurrirá juzgarte. Tu nivel de
angustia en ese momento podría haberte llevado a hacer cualquier cosa.
Quizá tenías miedo de que te remitieran de nuevo al Carlos III, a ese
servicio de salud laboral que no te hacía demasiado caso. No lo sé. Solo
sé que te contagiaste haciendo tu trabajo, ese trabajo tan bonito que
tiene un solo nombre: CUIDAR. Que quizá llevaste un
poco de consuelo a los últimos momentos de los misioneros fallecidos.
Que debes estar orgullosa de tu profesión, aunque te haya puesto en
riesgo.
Cuídate, Teresa. No hagas caso a todas las tonterías que se han
dicho y que se seguirán diciendo. Cuentas con el apoyo de tus
compañeros. Con el de todos lo sanitarios, que admiramos tu valor al
exponerte al contagio. Confía en los cuidados y la atención de los
profesionales, que son lo mejor de este maltrecho sistema sanitario.
Ojalá todo salga bien. Te esperamos en unos meses para celebrar tu
curación, quizá en una nueva Marea Blanca.
Ánimo, Teresa. No estás
sola."
1 comentario:
hola, Conchi.
Hoy me ha dado la idea de pasar por aquí a ver que encontraba, y me encuentro con esta carta para Teresa, además de algún polvo por el tiempo transcurrido desde el día que la publicaste.
No sé si Teresa la habrá leído, pero la verdad es que merece la pena leerla. Dicho de otra manera: me ha gustado.
te dejo un abrazo para cuando pases por aquí.
Publicar un comentario