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miércoles, 28 de marzo de 2007

Solitario (una historia de abandonos)

Siempre consideré que la vida debía vivirla y aprovechar todo lo que pudiera de los distintos momentos, buscando momentos nuevos y situaciones nuevas para aprovechar.
A los 18 años, cuando cumplí mi mayoría de edad, le pedí dinero a mi padre y sin decirle nada compré un pasaje para un lugar del mundo y partir. Y así dejé a mis padres y mis hermanos menores, sin avisarles donde iba ni a qué, pues ni yo lo sabía.
Tuve siempre la facilidad de hacerme querer muy fácilmente, y de hacer amigos, amantes, novias, y todas esas cosas que a uno hacen por momentos feliz.
Esa fue una constante en mi vida., arraigándome a nuevos lugares y partiendo nuevamente olvidando lo vivido. De esa forma sobrevivía, aprendía cosas y obtenía nuevas experiencias. Pero siempre, y sin decir nada a nadie, un día, el menos esperado, volvía a partir, eligiendo algún lugar lejano para comenzar de nuevo.
Mi historia de abandonos es larga y siempre sabía que dejaba afectos a mis espaldas, que si algún día volvía, los podría volver a conseguir.
Así fue pasando el tiempo y me puse mayor. Ya casi con 60 años, y después de haber abandonado mujeres, hijos, amigos, gente que quería dejarme sus negocios, amigas, y vidas a medio construir, necesitaba afecto y decidí volver a esos lugares que en su momento había abandonado y donde alguna vez me habían amado.
Lamentablemente no encontré lo esperado en ninguna de mi vida inconclusa. Sólo reproches, odios y sinsabores. Por lo cual decidí volver a mi lugar de origen.
Mi padre ya había muerto, pero encontré a mi madre y mis hermanos que me recibieron con el amor real que necesitaba...
28/03/07

5 comentarios:

Melba Reyes A. dijo...

El retorno del hijo pródigo...Me gusta la historia, lo que cuestionaría al personaje es haber esperado ¡tantos años! para retornar. Saludos. Melba

Conchi dijo...

La familia puede darnos siempre ese amor real que necesitamos, eso es cierto, amigo, aunque hay amistades que son dignos de contarse como familiares.
Un abrazo (Y no dejes de escribir, porfaaaaa)

DePaco dijo...

Precioso relato, Eduardo y lleno de verdad. Al final solemos volver a lo que quizá no hayamos dejado nunca, al menos en nuestro interior.

Meli dijo...

Creo que si eran amigos, no le habrían hecho ningún reproche, con lo cual no lo serían de veras. Luego, buena vuelta con la familia. Besotes.

Anónimo dijo...

Cuanto verdad hay en esto. A veces dejas atrás algo importante, y te vas en busca de otras nuevas experiencias. Eso es ser valiente. Pero tener a dónde volver si quieres, eso es tener suerte.

Un besote!