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jueves, 29 de marzo de 2007

Víctima (depende de donde se lo mire)

Esa noche Alicia se quedó hasta tarde en su trabajo. Cuando miró la hora ya eran las dos de la mañana. Apurada, recogió sus cosas del escritorio y las guardó en su cartera y salió corriendo a tomar el colectivo que la llevaría a su casa.
Al subir al colectivo revisó su cartera y se dio cuenta de que se había traído, sin querer, y en el apuro, unas tijeras que eran de la oficina. Bueno, pensó, mañana las devolvería.
Bajó en la parada correspondiente, y hasta su casa quedaban 5 cuadras que debía caminar.
Se encontraba cansada y apuró el paso para llegar más rápido.
En el silencio de la noche se percató de que unos pasos detrás de ella aceleraban su ritmo.
No quería darse vuelta, pero no pudo con su curiosidad. Vio que detrás suyo un joven apresuraba el paso acercándose hacia ella. Aceleró más su marcha y los pasos detrás de ella hicieron lo mismo, hasta que el joven la alcanzó. Con una mano la tomó de un brazo fuertemente, y con la otra, simulando un revólver, se la apoyó en la cintura y le dijo:
- Si gritás te pego un tiro.
Ella mantuvo la calma. Se dejó llevar por el muchacho, quien la condujo a unas pocas cuadras hacia un callejón oscuro y sin salida.
La apoyó contra la pared y empezó a manosearla y a besarla. Alicia seguía manteniendo la calma. Entre manoseos y besos que le daba le dijo:
- Ves putita que te gusta...
Y siguió con lo suyo. Sin forcejear demasiado el muchacho sacó su pene del pantalón y tomó fuertemente a Alicia de los pelos y la empujó hacia abajo, para ponerle el pene en la boca. Alicia se agachó, y sigilosamente, recordando la tijera que había traído sin querer de su trabajo, metió la mano en la cartera y la sacó. Ya agachada y frente al miembro del joven, Alicia tomó la tijera y la clavó fuertemente en el abdomen del muchacho, que ante el grito de “perra hijadeputa” cayó hacia atrás. Al estar en el piso, Alicia se incorporó y tomó las tijeras nuevamente para clavársela en el corazón y luego en la yugular.
Luego tomó las tijeras, las guardó en su cartera y caminó las cuadras que la llevaban hasta su casa.
Al llegar se dio cuenta de que estaba bañada en sangre. Puso su ropa a lavar, limpió las tijeras, se dio un baño y se acostó a dormir.
A la mañana siguiente, y como todos los días, antes de ir a trabajar, prendió la televisión para ver el noticiero.
“Gran revuelo en el barrio de Barracas por el asesinato de un joven de 23 años” decía el periodista. “Otra víctima de la inseguridad en la ciudad. Se desconoce el motivo del crímen del muchacho en un callejón del barrio de Barracas”. Enseguida reportajes a familiares del muchacho hablando de que no sabían que podría haber pasado, que era un buen muchacho, que no hacía mal a nadie, y recalcaban que era otra víctima de la ola de inseguridad que acechaba la ciudad. Lo mismo decían los vecinos, solicitando al gobierno más protección. Ya son muchas las víctimas por la ola de inseguridad en la ciudad.
Alicia pensó en quién era la víctima. Se olvidó de lo sucedido y siguió con su vida habitual.
29/03/07

4 comentarios:

Melba Reyes A. dijo...

Una historia muy interesante...¡cuántas víctimas habrán caído por ahí bajo esas circunstancias!. No obstante, son las del otro lado las más abundantes. Eres un gran narrador. Melba

Anónimo dijo...

Eduardo, me has puesto la piel de gallina..es verdad que a veces victima y verdugo se confunden.
Un relato duro, como la vida.
Un abrazo

Conral dijo...

Buenoooo. Anoche escribí aquí un comentario y hoy no está, ¿qué pasó? ¿a qué tecla le di?, jeje.
Eduardo, me gustan tus relatos y, aunque este es bastante fuerte por el contenido, has vuelto a conseguir que me metiera en él desde la segunda línea. Creo que eso es lo que importa.
Espero poder seguir leyendo muchas de tus historias y que ellas nos hagan despertar a los demás y dejemos que nuestra imaginación vuele, sueñe, cree y nos lleve a las estrellas donde todos nos encontraremos.
Un abrazo y graciaaaaaaaaasssssssss.

Meli dijo...

Cuántas "víctimas" no son inocentes y cuántos "verdugos" no son culpables! Pero la vista, en ocasiones, nos juega malas pasadas. Continúa con estos relatos, Eduardo, consigues todita mi atención. Besotes mil.