Desde que la vi por primera vez, no pude dejar de mirarla.
Eran sus ojos, su rostro, su piel, su aroma lo que me atraían de tal forma que su ausencia se me hacía insoportable.
Tanta belleza para mí. Miraba su sonrisa, fijo, y me deslumbraba, me hipnotizaba, me obnubilaba ...Era todo. No soportaba estar un minuto sin ella. El resto del mundo y las demás personas me eran totalmente innecesarias. Sólo quería sentir su aroma, aroma de piel suave y dulce, y ver sus ojos llenos de ternura y de sonrisas. Con ellos me decía más cosas de las que cualquier palabra pudiera significarme. Con ellos me hablaba desde una profundidad que sólo ambos entendíamos.
Y sus caricias....suaves, embellecidas de cantos y sonrisas.
¡Cómo gozaba con su presencia ! Necesitaba tenerla, estar cerca, sentirla, mirarla.
La vida sin ella no tendría ningún sentido. Era lo mejor que hasta ahora me había sucedido. Era la primera vez que deseaba tanto y tanto sentir ese aroma y su suave voz....y esas caricias.
Y el placer más grande, y la unión más grande era cuando sacaba su pezón y me alimentaba...
4 comentarios:
Precioso, Eduardo. Un pezón, brote de un pecho, que amamanta...no hay comentario posible sino eso, agradecimiento.
Muy bonito tu pequeño cuento.
Felicitaciones. Melba
Qué relato más tierno y qué bello canto a la madre. Felicidades.
Gran homenaje a la madre. Tantas cosas hace la madre y sólo con la mirada!!!! Felicitaciones, Eduardo. Besotes.
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