A Marina le gustaban los poemas.
Fanática de ellos buscaba por todos lados libros, blogs y toda clase de escritos que tuvieran poemas. Una amiga le recomendó ingresar a un blog de un tal Rayodetrueno que ella había encontrado en la web y que le habían parecido los mejores poemas de amor y sentimiento.
Y le pasó la dirección del blog a Marina.
Marina ilusionada entró a leer y quedó apasionada por cada uno de los poemas ahí publicados.
Todos los días entraba y leía un poema nuevo que la transportaba a otros mundos.
Le dejaba mensajes de adoración con el nick de Solradiante. Meses y meses leyó cada uno de los poemas de Rayodetrueno y cada día se enamoraba más de la persona que los había escrito. Pensaba que debía ser alguien muy dulce, muy profundo, muy sensible. Y un día le pasó su mail a Rayodetrueno.
Rayodetrueno, leía los comentarios apasionados de su ilustre lectora Solradiante y al ver su dirección de correo electrónico le escribió un mail, dándose a conocer como un poeta que le gustaba mucho escribir sobre el amor y la vida.
El tiempo pasó y mail va y mail viene, como ambos vivían en la misma ciudad, decidieron conocerse.
Se encontraban en un bar del centro de la ciudad a las 6 de la tarde.
Marina llegó 10 minutos tarde. Y al entrar al bar se encontró que en una mesa junto a una ventana estaba el contador de la empresa donde ella trabajaba como recepcionista. Quiso esquivar la mirada, pero él la vió y la saludó. Ella con una sonrisa lo saludó.
Se sentó en una mesa lejana de él esperando a Rayodetrueno.
Mientras tanto, Carlos, el contador, la miraba y pensaba en lo insulsa que le parecía esa mujer. Fría, desabrida, descolorida.
Marina miró de reojo a Carlos y pensó en lo frío y calculador que le había parecido Carlos desde que había entrado a trabajar en la misma empresa. Pensó que el tipo era lo más insulso y desabrido.
Ella esperaba a Rayodetrueno. Pero el tiempo pasaba y no podía ser que se tardara tanto.
Mientras tanto Carlos, después de media hora de espera, se levantó y se dirigió a la mesa de Marina. Se acercó y la miró a los ojos y le dijo:
- Solradiante?
Ella respondió:
- Rayodetrueno?
Se sonrieron. Y Carlos se sentó en la mesa junto a Marina.
21/03/07
3 comentarios:
Muy bonito cuento. Un abrazo Melba
Hola, Eduardo. Me alegro que hayas vuelto de tus vacaciones. Echábamos de menos tus relatos... Por cierto que este me recuerda a otra historia... ¿leíste "Encuentros Enredados"?, jaja. Ya comentaremos.
Un abrazo
"Sorpresas nos da la vida, la vida nos da sorpresas...". Pero si al final acaban juntos y compartiendo una sonrisa...,vivan las sorpresas.
Muy buen relato, Eduardo.
Publicar un comentario